Por Alejandro Cancelare
Exclusivo para Sentido Común
Los últimos meses han sido de los peores que se han vivido para esta etapa democrática abierta con el triunfo de Raúl Alfonsín hace 41 años atrás. El momento más duro fue cuando asesinaron al fiscal Alberto Nissmann el 18 de Enero de 2015.
Enero es, mientras escribo la nota, una referencia ineludible para mi memoria. El 25 de ese mismo mes, pero de 1988, asesinaron en una cava cercana a Pinamar, en General Madariaga, al reportero gráfico José Luis Cabezas porque había sacado una foto mientras caminaba con su esposa a Alfredo Yabrán, suicidado un año después.
Yabrán representaba el poder, los negocios y la relación de los gobiernos con los empresarios que luego solventan esas campañas. ¿Habrá querido amedrentar y a quienes mandó se les fue la mano? Quizás. Pero era solo un oscuro hombre que quería mantenerse en el anonimato.
Javier Milei no lo es. Es el presidente de la Nación que hasta poco tiempo antes de haber sido diputado, hace tres años atrás, dependía económicamente de un grupo empresario, la Corporación América, dueña de múltiples negocios en materia de servicios públicos como lo son los aeropuertos, medios de comunicación y otras inversiones siempre vinculadas con “las empresas que creen en el país” y que solían estar atadas a las decisiones del poder.
Milei no puede actuar como un ciudadano común, que cree que lo es, ni como Yabrán. Su palabra es seguida, ponderada y considerada “santa” por una masa que odia todo lo que estaba gobernando hasta ayer nomás. Defraudados, enojados y enajenados que pretenden un nuevo status quo pero con la impronta, códigos y paradigmas dictados por bel presidente de la Nación o su hermana, antigua tarotista y especialista en cosas ricas no al nivel de Maru Botana.
¿Cuál es la diferencia entre este presente donde cualquiera que piensa distinto es un enemigo y un ensobrado a aquel que reinaba hasta ayer nomás en donde cualquier crítica provenía de un cipayo o un “empleado de Clarín?… Ninguno. Son lo mismo. La autenticidad de Cristina Fernández de Kirchner es igual que la de Milei aunque una se crea revolucionaria y el otro anarco libertario.
Para eso construyen el poder y candidaturas desde el propio poder. La Cámpora fue y es eso. Dirigentes que nacieron al cobijo de grandes cajas, que hoy están en extinción porque el Estado y las empresas que dependen de él afortunadamente están siendo revisadas y drásticamente recortadas. Esa agrupación que conduce Máximo Kirchner, está siendo reemplazada por Las Fuerzas del Cielo, que dirige con mano prusiana el asesor presidencial Santiago Caputo y que tiene como su “fuerza armada” al Gordo Dan Daniel Parisini.
¿Cuánto falta de esta nueva amenaza presidencial contra los periodistas, a los cuales, supuestamente, les llegó la hora a ser agredidos, insultados y acribillados sus fotos con dardos en la plaza pública tal cual hacía el kirchnerismo hace una década?
¿A cuánto estamos en que nuevamente Clarín sea amenazada con cerrar o La Nación directamente ser asfixiadas con normas que le impedirían pagar salarios dignos para mantener un periodismo riguroso y de calidad con el que ambos medios pudieron denunciar La Rosadita, Vanderbroele, los cuadernos de Centeno o la valija de Antonini Wilson? ¿Adonde estaban estos bravucones libertarios en aquel momento?… Solamente gritando frente al televisor… Si hoy están disfrutando de esta Democracia y el kirchnerismo perdió fue en buena medida porque hubo un periodismo independiente que combatió ante la mayoría abrumadora que poseía Cristina en ambas cámaras legislativas y la mayoría de los gobernadores de las provincias argentinas.
La paradoja es que Milei, electo ante el hartazgo que la sociedad tenía sobre su pasado inmediato, elegido como un bombero y no como un ingeniero, que también fracasó, ahora toma a quienes vino a socorrer para tirarlos nuevamente a las llamas de otro edificio, donde la calidad institucional es nula, los jueces pueden ser nombrados por decreto y las leyes no existe ya que solo se gobierna con vetos artificialmente conseguidos. ¿A cuánto estamos de que en las próximas elecciones haya que volver a elegir entre Pasta o Pollo? ¿Volveremos a ir a elegir entre dos opciones que agreden, insultan y agravian o tendremos la entereza de no participar? Si pasa eso, ¿de qué sirve una Democracia de baja intensidad?, donde las mayorías no solo no participamos, sino que seremos verdaderos convidados de piedra.
Imagen: Cristina y Milei, Dr. Jekyll y Mr. Hide