Si bien no lo tenía como destinatario directo y mucho menos lo tenía en la cabeza el lunes pasado cuando anunció su apoyo a liberar a los intendentes bonaerenses de la traba que tienen para conseguir más de una reelección, Julio Zamora terminó siendo uno de los más beneficiados con esos dichos.
El intendente de Tigre viene padeciendo, por el defecto de “pato rengo” que generaba la imposibilidad de una nueva reelección para su cargo, de una continua pérdida de poder y discusión sobre su autoridad territorial.
Todo empezó cuando forzó una definición antes de las PASO del año pasado y no quiso negociar otra salida que no fuera su candidatura a intendente en contra de lo que tenía resuelto con anterioridad su ex amigo y jefe político, Sergio Massa.
En aquel momento también hubo un respaldo de Fernández, pero lo hizo en su afán de contener a todos dentro del frentetodismo. El resto lo hizo la duda que aún tiene la vicepresidente sobre el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación.
Hasta ese entonces, la agrupación ultra K La Cámpora y otros movimientos sociales apoyaban a Zamora y pudo frenar las presiones massistas. Sin embargo, ya como tercer autoridad nacional y hombre clave en el gobierno nacional, empezó a recolectar gente para puestos nacionales entre los hombres de su distrito, Tigre.
Eso erosionó el poder municipal y lo agudizó cuando el camporismo, antiguo aliado, se unió con el massismo contra el intendente. El último escándalo fue cuando casi destrozan el Concejo Deliberante en un enroque de concejales con el Movimiento Evita.
Ahora, con una posible oportunidad más, Zamora vuelve a encontrar tierra firme para apoyarse y esperar, en lugar de desesperar, por una nueva revuelta política que quiera debilitarlo.
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