La semana pasada llamó la atención cómo desde el oficialismo de San Isidro se esparció por las redes sociales una nota en la que María Eugenia Vidal respaldaba abiertamente a Gustavo Posse para su posible reelección al tiempo que obturaba la posibilidad de que cualquier otro dirigente se presentara a disputarle el poder distrital desde Cambiemos.
La nota, además, decía con nombre y apellido el destinatario de la decisión: el funcionario porteño Ramón Lanús, también cercano a Vidal, quien ha dejado trascender su deseo de pelear por la comuna que conducen los Posse desde hace más de tres décadas.
Si bien en dicho artículo no aparece ni una mención de la gobernadora sobre la interna, tampoco fue desmentida la nota ni ninguno de sus funcionarios dijo lo contrario en off.
Lo que surge claramente es que Gustavo Posse, además de poder trabajar por su nueva reelección, no tendrá otras aspiraciones para ser vicegobernador, tal cual lo dijo en su columna hace dos meses Marcelo Bonelli, o legislador nacional en un lugar expectante.
Con la salida de la cancha de Guillermo Montenegro, quien sería candidato a Mar del Plata, localidad en la que nació y vivió mucho tiempo, Lanús se puso primero en la fila y había iniciado diálogos con los opositores locales de Convocación por San Isidro.
Lo que nadie confiesa que detrás de esta pretensión por ser candidato único también está explícito la necesidad de tener sólo una lista de concejales, que impida la colocación de más ediles de Pro, que Posse sabe que no podrá conducir.
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