Axel Kicilof resultó ser no solo un excelente candidato a gobernador, tal cual presumían todos los analistas, sino una sorpresa espectacular para la mayoría de los intendentes que ahora lo escuchan como si hablara Milton Fridman y Juan Domingo Perón en una misma persona.

Académico y didáctico, sus discursos no bajan de los 40 minutos mínimos.

En ese lapso suele dar su diagnóstico sobre la actualidad, describe cómo puede resolverse, aunque obvie las herramientas a utilizar, y termina siempre con una mirada alentadora y de respaldo a la producción local.

Este encantamiento, natural de personas que suelen hablarse por primera vez y buscan el lucimiento de sus mejores atributos, tal cual sucede al inicio de un noviazgo, nadie sabe cómo terminará.

Sin embargo, hasta que se empiece a oler el mal aliento matutino, nada hará cambiar esta simbiosis que se generó entre los siempre escépticos intendentes y su futuro gobernador, en caso que las elecciones de octubre ratifiquen las proyecciones de agosto.

Kicilof no elimina ningún capítulo del manual Kapeluz de la política bonaerense. No deja desierta su silla en cuanto asado o reunión lo convoquen aunque prefiere que esas tertulias no terminen más allá de las 20.00, hora en la que quiere volver a su hogar de Caballito o Pilar, cuando allí descansa.

Los jefes comunales, mucho más acostumbrados a hablar de cuestiones más urgentes y de números, se sorprenden por su conocimiento de política económica y cómo asimiló las simetrías que nunca pudieron resolver las sucesivas administraciones provinciales.

En este punto, la salvedad es que María Eugenia Vidal lo intentó y fue su propio jefe político, Mauricio Macri, el que la convenció de que retirara la demanda en la Corte Suprema de Justicia por el Fondo del Conurbano y que a pesar de eso aún no le giró unos $25.000 pendientes de aquel acuerdo surgido en medio del debate de la reforma fiscal de finales de 2017.

No todos los intendentes, sin embargo, creen que Kicilof es una eminencia. Algunos dudan que sus modos observados en el pasado, mientras ejercía la jefatura del Ministerio de Economía de la Nación, se vuelvan costumbre en el sillón de Dardo Rocha.

Sin ganas de hacerse de nuevos amigos y confiado con los que siempre lo han rodeado y acompañado, el candidato más votado en las PASO para la gobernación suele mantener el secretismo cada vez que alguien intenta, de manera directa o indirecta, sacarle un dato sobre su posible futuro gabinete.

En este tema, ni su compañera de fórmula, Verónica Maggario, tiene alguna información que la ayude a convalidar alguna hipótesis sobre su rol en el binomio provincial. Habitualmente la estructura del ministerio de Obras Públicas estuvo a cargo de un matancero, pero tanto Daniel Scioli como Vidal barrieron con ese principio, que nadie sabe si se reinstalará.

Otros jefes comunales, más precavidos, ponen la lupa sobre sus modos y procedencia. Kicilof es producto de una imposición directa de Cristina Fernández de Kirchner, y el candidato siente que es a ella a quien únicamente debe darle alguna explicación. Ni siquiera Máximo Kirchner entraría en esa categoría, aunque lo escucha y respeta. Esta línea directa con la ex presidente mantiene en vilo a varios intendentes que, siempre recuerdan la excelente memoria de una persona que suele vengarse, de manera directa o indirecta, de quienes la desafiaron o pretenden hacerlo.

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