Las declaraciones del ex presidente Mauricio Macri sobre su supuesto error de haberle dejado al “ala política” las negociaciones con el peronismo legislativo y los gobernadores encierra no sólo una devolución de favores para Emilio Monzó, quien hace casi un mes impulsó su jubilación como candidato, sino también que falta a la verdad en cómo se decidía en el centro del poder de Juntos por el Cambio cuando manejaba el Poder Ejecutivo.
Lamentablemente parece que el ex presidente, que asumió muchos errores por primera vez y no apareció con un bidón de nafta luego de una nueva manifestación masiva de ciudadanos y gente común contra a diversas medidas del actual gobierno, no ha dicho toda la verdad sobre este tema crucial de la política y del desenlace de su gobierno.
El haberle concedido la candidatura a la vicepresidencia al peronista con mejor diálogo con Monzó y Rogelio Frigerio en el Ministerio del Interior, Miguel Angel Pichetto, es en parte un reconocimiento doble.
Por un lado refleja la razón del pedido jamás interpretado por Macri realizado por Monzó, Frigerio y los intendentes de bonaerense de ampliar la base de sustentación de la alianza gobernante. Y, por el otro, que lo haya hecho casi de manera desesperada indica que hasta entonces no lo había entendido.
La toma de decisiones en el gobierno era la siguiente. El ministro y el presidente de la Cámara de Diputados, despedido con aplausos por todos los bloques, al igual que a fin de 2016 fue homenajeado por los empleados del Banco Nación el entonces titutlar de la entidad, Carlos Melconián, siempre eran supervisadas, primero, por los “ojos” de Macri: la dupla Lopetegui – Quintana y refrendada por Marcos Peña.
Nada se hacía sin esta revisión que, cuando avanzaba la crisis, también estaba vigilada por Nicolás Dujovne, el ministro de Economía.
Entonces, si bien Macri no participaba de manera directa en la negociación, sus hombres de mayor confianza aprobaban o rechazaban lo que los operadores políticos por excelencia le indicaban.
En la discusión entre Macri y Monzó la realidad es mucho más cruel que cualquier otra. En 2017 el gobierno cambiemista tenía todos los instrumentos para anchar su base de sustentación. Inclusive el ex diputado le acercó una lista de aproximadamente cuarenta legisladores para ser convencidos de participar del oficialismo. Peña los vetó.
Sergio Massa, que se oponía a Macri, dialogaba con María Eugenia Vidal y le daba el apoyo para desdoblar las elecciones en la Provincia. Con ese simple proceso, si bien es contrafáctico, todos ganaban, menos Cristina Fernández de Kirchner. Como diría Elisa Carrió, Macri lo hizo también.
Ese acuerdo, que ya estaba acordado con la mayoría de los intendentes peronistas que, por su parte, retenían su territorio y se liberaban de la jefa que los llevó a la derrota hasta ese momento, también lo hizo explotar Macri a través de “sus” ojos de Peña.
Una de las discusiones permanentes y más fuertes que tenían el ala política de Macri, con el mismo y con la gobernadora Vidal es que en la provincia de Buenos Aires, no se hablaba del Presidente.
La bronca, la impotencia y hasta el destrato quizás motivó a Monzó a realizar dos movidas luego de todo esto que también lo ponen en off side. La primera, pedirle un autógrafo a Cristina Fernández de Kirchner de su libro Sinceramente cuando se realizó el acto de Malvinas Argentinas, hace un año.
El otro: haber sido el primero en romper la unidad de Juntos por el Cambio en la legislatura bonaerense a través de sus legisladores. Tenía razones para estar enojado. Pero nunca para incumplir el compromiso del voto popular que ahora los había puesto en la oposición.
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