Desde hace varios meses, cuando antes de la crisis financiera todos se animaban a participar de la danza de nombres para participar de las fórmulas electorales para la gobernación, presidencia o listas de legisladores, la foto de Daniel Salvador, vicegobernador bonaerense, comenzó a ser pegada en varios despachos cuyos ocupantes tienen el deseo de reemplazarlo. Por supuesto, con alfileres o dardos, según sea el juego elegido.
A esos deseos se les sumó el fuego amigo que recibe el dirigente de San Fernando, que es acusado por sus correligionarios radicales de “no defender las ideas y los proyectos del radicalismo” porque “acompaña solamente a María Eugenia Vidal” sin colocar ninguna idea radical a su proyecto.
Hace dos meses, cuando este rumor arreciaba, y Clarín publicó un supuesto off sobre el deseo de Jorge Macri de acompañar a Vidal en la fórmula provincial, la gobernadora se mostró inmediatamente con Salvador en una conferencia de prensa. Era la segunda vez que lo hacía en todo su mandato.
Marcelo Bonelli, al principio de año, en un artículo sobre la problemática económica, de la nada, también expuso la posibilidad que Vidal elija a un “radical” como Gustavo Posse como vice. Lo quieren, pero no tanto.
Si bien él nunca dijo nada al respecto, a Diego Valenzuela también lo pusieron en ese hipotético listado de precandidatos a reemplazar a Salvador en la fórmula. Su perfil como buen comunicador, formado, y el aval de una gestión municipal, lo ayudaba. La realidad también lo obligó a dejar de escuchar esos sondeos.
La última gran jugada anti Salvador surgió del propio bloque de Cambiemos de la Cámara de Diputados, que conduce un hombre de su confianza como Máximiliano Abad. Cuando se terminó de debatir el proyecto de tarifas, apareció un pedido muy crítico hacia la gestión provincial sobre derechos humanos firmado, presuntamente, por las legisladoras Marcela Paris, de Zárate, y Liliana Denot, de Saladillo, ambas con excelente relación con el vicegobernador.
El proyecto no fue tratado porque Abad pidió que se sacara de la orden del día y volviese a Comisión mientras que las legisladoras sostienen que jamás vieron ese expediente. Lo que sí están seguras que la difusión del episodio surgió de algún compañero de bancada que desea causarle otro dolor de cabeza a su jefe político.
Mientras tanto, Salvador hace lo suyo, no le lleva problemas a la gobernadora ni a su equipo y contiene, como puede o lo dejan, a los siempre demandantes correligionarios radicales, ya sea por cargos o protagonismo.