La inseguridad estalla en los barrios. La preocupación se observa con la imposibilidad de salir que tienen de sus zonas de influencia. Puede ser en un asentamiento como a pocas cuadras de una avenida.
Hace dos meses el intendente de San Miguel, Jaime Méndez, había alertado que la liberación de presos que se había producido y autorizado por la Corte Suprema bonaerense había generado la aparición de cientos de delitos en sus calles.
Esta declaración generó un gran debate que luego se diversificó pero ya no se hablaba más de los delincuentes liberados para evitar el contagio del COVID‘19 en las cárceles. Lo que sucedió es que ahora hay contagios y robos pero en las calles.
Un nuevo giro sobre este tema lo dio el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, quien alertó que la situación en materia de seguridad está a punto de colapsar y que el país, si no se encuentra una solución rápida el fin del confinamiento, puede provocar una crisis similar a la de 2001.
Mañana el ministro de Seguridad, Sergio Berni, recibirá en su despacho de la calle 2 en La Plata a varios secretarios que manejan el tema en el conurbano para escucharlos y explicarles lo que está viendo la Provincia en estos momentos.
Uno de los funcionarios de una comuna del noroeste bonaerense que participará de ese encuentro reveló que “el problema más importante no se está dando en las ciudades y los centros comerciales, sino en los barrios más precarios, donde la única actividad que sobrevive, con mucho menos volumen, es la venta minorista de estupefacientes”.
Berni había dicho que veía gente que no tenía antecedentes siendo detenida por robo “para comer”. También se multiplicó la violencia entre vecinos. “Es porque ante la imposibilidad de salir, uno le roba al que tiene al lado. Pero en los barrios siempre hay algún familiar que tiene más poder y viene la venganza”, informó un secretario de Seguridad de la región.
Esto es lo que se está viendo, sin lugar a dudas. Los delincuentes, que siempre existieron, hoy tienen más retenes para deambular por las avenidas y no salen de sus territorios. A cuanto más en un mismo lugar, el problema se vuelve cotidiano. El código no escrito de “no se roba en el barrio” se borró con los años, y hoy ya no existe.
En medio de versiones sobre su continuidad o no, el ministro provincial mantiene su agenda como si no pasara nada y si bien no coinciden con muchos de sus dichos y de sus actos, “nos ayuda a ordenar a la Justicia para que los fiscales actúen. Él pega dos gritos y listo”, justificó otra de las fuentes a Sentido Común.
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