EQUILIBRIOS SIN COINCIDENCIAS

La elección que terminó el pasado 27 de octubre dejó a un país con cierto equilibrio político pero a la dos fuerzas mayoritarias que dominaron la escena con muchas dudas que certezas.

¿Qué duda cabe de la centralidad de Cristina Fernández de Kirchner en la fórmula que depositó a Alberto Fernández en la presidencia de la Nación y a Axel Kicilof en la gobernación bonaerense?

Ambos son productos de su decisión pero el segundo es mucho más afin a sus ideas y conceptos, además de haber tejido una relación personal que trasciende lo político y en la que Axel la considera su verdadera conductora. “Presidenta”, soltó en su primer discurso teniendo al lado a quien había sido votado para presidente.

Esta centralidad hace que todo sea analizado por el pasado inmediato. Que personajes como Gustavo Beliz y Vilma Ibarra, hiper críticos de buena parte del proceso de la “década ganada”, al igual que Alberto, sean parte del equipo de transición puede leerse como un mensaje a la vice electa y así todo… Hasta la necesidad de realizar dos actos, uno el día de la victoria, y el otro el día siguiente, por la cantidad de gente que no pudo subir al palco por decisión de ella.

Del otro lado, ya salió a la luz que el equipo que conformaban Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, con Horacio Rodríguez Larreta como conector, no funciona más. Pero no venía funcionando desde hace mucho tiempo, más precisamente cuando Marcos Peña se empeñaba en no permitir ninguna modificación al plan inicialmente trazado para los cuatro años de presidencia.

Esa tozudez y soberbia lo llevó a Macri a perder la presidencia cuando nada lo hacía suponer hasta hace dieciocho meses. Porque la economía era un descalabro, pero todo lo demás se podía ajustar.

Ahora, con ahínco, Peña pretende que la misma persona que la gente eligió para sacarse de encima a las cadenas oficiales, el cepo y otras tantas barrabasadas cristinistas, pero que terminó depositando a todo el país en el mismo lugar, con el kirchnerismo de nuevo en el poder, cepo y un virtual default, sea el líder de la oposición…

La gente que votó por Macri en 2019 tenía los mismos deseos que hace cuatro años, la no vuelta al pasado, desconfiaba de Sergio Massa en aquel entonces y tuvo razón pero no lo hizo con el deseo de transformarlo líder.

Como Gustavo Alfaro, en Boca, Macri ahora hizo todo lo que no quiso hacer durante cuatro años. Aplacó el ajuste, salió a la calle, se abrazó a la gente, entendió a los que le exigían más política y menos Excel, pero no lo hizo convencido, sino por necesidad. Y como Boca, perdió, por poco, pero perdió.

Lo que se viene es un fin de año con muchas expectativas y también con varias certezas, entre las que sobresalen la necesidad de reformular la relación con los acreedores, salir del cepo, buscar coincidencias y leer perfectamente el resultado del domingo, en la que la gente no le dio superpoderes a nadie.

Sólo quiere que se escuchen, que busquen a los mejores hombres y los remedios más adecuados.

Pero, la política, tiene otra lógica. Esa que muestra cientos de dirigentes en la pugna del poder. Con intendentes que ya dicen que fueron ellos los que provocaron la victoria de Alberto Fernández y Axel Kicilof porque en este conurbano inviable sacaron más de un millón y medio de votos de diferencia, sin la cual no hubiera habido victoria en primera vuelta.

El presidente quizás lo entienda… Falta saber si el gobernador también.

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