Oficialistas y opositores están envueltos en los mismos inconvenientes. Saben cuáles son sus problemas y cuáles sus soluciones, pero no se animan a enfrentar ninguna de las dos cosas.
Los primeros porque si lo hacen tienen que aceptar que el actual jefe de Estado dejaría de serlo a partir del 2019 y su menguado poder actual directamente desaparecería. Y la expectativa que generaría el cambio de la fórmula presidencial, encabezada por María Eugenia Vidal secundada por algún radical o peronista amigo, también quedaría a tiro de las críticas opositoras que, con toda razón, los haría corresponsable de la crisis con demasiada anticipación.
El peronismo no oculta que con tal de llegar al poder es capaz de cualquier cosa. La unidad legislativa para rechazar el decreto presidencial que obligaba a la Justicia a darle el manejo de todos los bienes embargados en las causas de corrupción es solo un anticipo.
A la par, sectores interesados dejan correr la idea que Cristina Fernández de Kirchner puede dar un paso al costado.
Sin embargo… ¿Es posible que Ella no sea candidata y el peronismo se presente con una figura que unifique su personería? Difícil, casi imposible.
Todos en ese espacio saben que si fuera cualquiera el candidato pero no la expresidente tendrían muchísimas chances de ganarle al oficialismo. Pero con Cambiemos en la pendiente, sin acertar en nada, mucho menos en la política y en la economía, nadie podrá convencer a CFK de no ser ella la que recupere el poder. Si lo creía en su peor momento personal, ¿por qué no lo haría luego de tres años de fracasos oficiales?
En este contexto, las soluciones no sobran y son traumáticas para ambos sectores. La ancha avenida del medio hoy es menos que el canal de Panamá. Y ni Macri ni Cristina pueden decir que declinan de sus postulaciones traumáticas.
Esta situación tampoco le conviene demasiado a los intendentes, de ninguno de los partidos.
Porque mientras los oficialistas deben defender a un gobierno que hoy aparece deshilachado, sin proyectos esperanzadores, la oposición sabe que quedarse al lado de Cristina le significará seguir lidiando con concejales kirchneristas que siempre los tienen en jaque y que no los respetan.
Tan mal está Cambiemos que se asustó por el resultado de la interna de La Pampa. Era lógica un resultado como el que se dio, diferente de lo que sucede en el Conurbano, donde los radicales todavía no saben qué les pasó tras la conformación de la Alianza.
A pesar de ese golpe, la UCR se rearmó al acompañar al candidato que más votos le había cooptado sin ser radical. Mauricio Macri lo había hecho en la Capital Federal y los demás casi lo dieron por hecho en el resto del país.
Ahora exigen internas y paridad. Algo que es imprescindible para el espacio en la actualidad, aunque nadie entiende en un espacio como el PRO, nacido de la prepotencia de los triunfos porteños.
Emilio Monzó siempre ha tenido razón sobre la obligación de ampliar la base de sustentación, aunque ahora parece tarde. Aunque no tanto. Si no miren a Vidal, que en la Provincia no descuida nunca su diálogo con todos los peronismos.
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