Múltiples decisiones personales y políticas influyeron en la conformación del victorioso Frente de Todos. El más importante fue el quedarse en un segundo plano por parte de la ex presidente, que ungió a su candidato presidencial, un acuerdista multifacético, que pasó de amigo a enemigo para volver a ser el hombre que administra la casa.
Con aquel twitter, Cristina Fernández de Kirchner dispuso que Alberto Fernández fuera su compañero de fórmula y, días después, explicitó lo que quería desde el primer momento, que Axel Kicilof, el economista porteño con mejor imagen entre los kirchneristas, fuera candidato a gobernador.
Esa movida dejó sin demasiado margen a los intendentes, que pretendían a uno de los propios para ese lugar. A un año de aquella decisión siguen conmovidos por la falta de protagonismo en su principal territorio y la desconfianza entre ellos se profundizó.
Sin mucho margen, y esquivando la posibilidad de ser considerado el “culpable de la derrota del peronismo”, Sergio Massa fue la frutilla del postre y anunció volver del lugar donde se había ido para construir su propio camino, ganarles abrumadoramente en la Provincia con algo de ayuda PRO y ponerle fin a la Cristina Eterna, con movilizaciones en favor de mayores penas para los delincuentes, distribución de botones anti pánico y juntada de firma por una Justicia Independiente.
En silencio, el mayor protagonista de este nuevo esquema de poder, Máximo Kirchner, se fue corriendo. Cedió a los sectores de San Cayetano un lugar que le era propio en la lista de diputados nacionales y siguió pidiendo calma a los intendentes bonaerenses que seguían sin entender a Kicilof.
Los “Cayetanos” son los movimientos sociales cercanos al Papa Francisco que en 2017 habían dado soporte económico y estratégico a la candidatura de Florencio Randazzo. Massa no quiso que lo compararan con el “flaco”, a quien le echaron la culpa de aquella derrota.
Entre los franciscanos están los actuales diputados nacionales Leonardo Grosso, (heredó el lugar de Máximo) y Juan Carlos Alderete, entre otros. Fernando “Chino” Navarro y Emilio Pérsico son dos de los más consultados por el presidente Fernández cuando pregunta por qué tipo de planes sociales aplicar y sus referentes ya gobiernan un municipio, Moreno, y muchos forman parte de diferentes estructuras de Desarrollo Social.
La unidad conllevó a la victoria en las PASO de agosto del año pasado y luego llegó la presidencia. Quizás para evitar problemas, no provocar rupturas antes de la asunción, o nadie sabe bien por qué, la campaña y las semanas posteriores a la asunción de la nueva gestión se definía en “esperar arreglar la deuda” y “armar tropa propia” del presidente Fernández. Esto aún está en carpeta, pero menos expuesta.
En ese mismo momento, como en toda la campaña, se ponía a la actual vicepresidente como “una política que está mucho más preocupada en cuidar a su hija y a sus nietos” que en la política. Algunos periodistas, inclusive, creyeron eso.
No fue sólo fruto de la pandemia, cuarentena o mega crisis que el gobierno no pudo entrelazar los múltiples proyectos que existen en su interior. Muchas de las heridas del pasado aún no han cicatrizado y suele quedar demostrado en varias líneas periodísticas de los mensajeros K o en las internas de los diferentes ministerios, donde se entrecruzan massistas, albertistas, que algunos creen que son lo mismo, allegados a Máximo, los movimientos sociales y algunos funcionarios acercados por los gobernadores. Tampoco funcionó lo del gobierno de los gobernadores.
Todos, sin embargo, tratan no sólo de cuidar las formas, sino de hablar hasta el cansancio para evitar la atrofia natural del entrecruzamiento de líneas internas. Pero tienen un tope. El Instituto Patria y los proyectos que pretende impulsar la vicepresidente, que suele hacer estallar todo lo planeado con anterioridad.
Nadie se anima a darle ni una mala noticia ni ponerle un límite. Ni siquiera los propios, que se van a acostumbrando a dialogar mucho más de lo que hacían antes. Entonces, las mejores intenciones chocan contra su silencio o furia twittera, según proceda.
El constante debate sobre una reforma que pretende saldar sus problemas del pasado son un claro mensaje que le provoca muchos inconvenientes a una gestión que nació con muchas alertas en contra.
En la Provincia, la situación es muy clara, pero no por eso menos preocupante. El gobernador es el más querido de Cristina Fernández de Kirchner y el territorio que maneja la que le da el poder. Nada puede salir mal acá. Pero puede fallar…
Con un gabinete muy extra propio, muchos universitarios y pocos allegados de la política, y mucho menos de los intendentes que pusieron la mayoría de los votos, sobresale un ministro, de Seguridad, Sergio Berni, que vive peleándose con la presidencia de la Nación. Y tiene un diálogo más que difícil con los jefes territoriales.
Tampoco ayuda la frialdad que se observa en el trato entre el gobernador y quien tendría que ser su mejor aliado, el hijo de la vicepresidente. Dicen que él tampoco lo entiende.
Pasando en limpio, hay cinco protagonistas en esta historia. El único que entiende el idioma de todos, como siempre dijimos, es Massa. Habla albertismo, camporismo, intendentismo y proísmo. Pero la desconfianza de la jefa máxima le suele privar de soluciones aplicables para estos momentos.
Los intereses entre todos los sectores están tan cruzados que cada cosa tiene su por qué. Y la mayoría está relacionada con la desconfianza. Como por ejemplos los jefes comunales, los verdaderos puntales del conurbano, el lugar que le dio el triunfo al Frente Todos, que pueden quedar sin trabajo si se sigue con la actual ley que les impide obtener una nueva reelección. Si no se cambia antes de las próximas elecciones, los que se vean sin trabajo protagónico pueden armar un verdadero zafarrancho.¨
Hay apuro no solo para resolver esta discusión, que ni la Cámpora ni Massa, el impulsor, no quieren modificar porque también tienen sus propios candidatos para reemplazarlos. El esfuerzo por tratar la reforma judicial a todo trapo también se da en la necesidad de una sola persona, que sabe que el año que viene no podrá ya hablar del tema sin tener un costo electoral.
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