Cambiemos sabe que nada le está saliendo.
Conoce, como pocos, las reacciones emocionales de su electorado y mucho más de los que jamás pensarían en acompañarlos.
Por eso, sus más importantes autoridades, están consumiendo todo su tiempo en recuperar la confianza de una tropa que no recibe señales vitales que lo conmuevan y todo lo que escuchan y ven son malas noticias.
Con el dólar trepando y la economía atravesando ese pésimo momento que anticipó
el gobierno desde el momento que cerró con el FMI, el oficialismo tomará “la
verdad” como dogma y leiv motiv de campaña.
El contraste, como siempre, y como único camino, la sobredosis de brutalidad
del relato K.
Comenzaron el lunes de esta semana con el discurso de María Eugenia Vidal,
quien dijo en Parque Norte: “escuchemos a la gente, no tengamos soberbia,
aceptemos que nos equivocamos… Si escuchamos su enojo ellos no escucharán todo
lo que hicimos y estamos haciendo”.
Su mensaje, por supuesto, fue absolutamente distinto al que dio en el mismo
lugar Marcos Peña a esos mismos militantes y dirigentes. Su mensaje de amor y
fe sólo alcanza hasta donde termina su sombra.
Peña, que dio dos reportajes casi calcados, está poniendo en crisis a la
coalición de gobierno. Sin acuerdos con la política, el caso Córdoba es un
verdadero testimonio de que nada le interesa más que la preservación de
Mauricio Macri como presidente dueño de todo el poder. Cambiemos ya no existe
más en la Provincia que más votos le aportó por habitante en el país.
No hizo nada para resolver el agujero que provocó al aislar a Emilio Monzó como
armador territorial. No le gusta, hacerlo, pero no deja que nadie lo
haga.
Al día siguiente, en Vicente López, el jefe de gabinete provincial, Federico
Salvai, participó de una reunión del congreso partidario PRO, en el que Jorge
Macri asumía nuevamente la presidencia partidaria en reemplazo de Vidal, que el
día anterior también lo había puesto como ejemplo de compromiso hacia su
gestión y la del presidente.
En ese encuentro, Salvai les reclamó a los jefes municipales de PRO que “dejen
de esperar todo de arriba” y que “recuerden qué estábamos haciendo a esta
altura del año en 2015… Todos queríamos estar donde estamos ahora, así que
hagámosnos cargo del compromiso que nos dio la gente”.
El mensaje tenía como destinatarios a una centena de dirigentes de todos los
distritos que en los últimos tiempos sólo reproducen quejas por la carencia de
políticas que los ayuden a difundir mejor su mensaje.
A los intendentes Salvai les pidió “más audacia y más imaginación”. Es decir,
“menos reclamo y más cuerpo”.
Es que las arcas provinciales tampoco pueden dar muchas respuestas ante el
recorte nacional. Afuera, Hernán Lacunza, ministro de Hacienda, respondía ante
quienes lo consultaban sobre la llegada de fondos nacionales u obras que
compensen la diferencia que aún no recibió por el Fondo del Conurbano que “eso
todavía no lo resolvimos”.
Esa situación parece retrotraer la situación a 2014, pero con otros
protagonistas. En ese momento, Daniel Scioli le suplicaba a Cristina Fernández
de Kirchner que le girara los fondos necesarios para ganar la elección de
octubre sin parecer una extorsión.
Parece que todo se repite. Y que los que dicen ser distintos, son iguales. Al
menos en el manejo de la plata.