A su modo, con sus formas, todos los opositores que firmaron diferentes acuerdos con el gobierno nacional se dieron cuenta de la herramienta que le dieron al Poder Ejecutivo cuyo conductor, Mauricio Macri, está recibiendo la friolera del 63% de aceptación a su gestión.

¿Y Vidal entonces cuánto mide?, preguntan presurosos los que se siguen entusiasmando y desilusionando con la misma intensidad cada vez que piensan en una vuelta rápida al poder.

Ambos, presidente y gobernadora, componen un tándem imposible de descifrar para una oposición que se encamina a participar de una interna partidaria por el control del Justicialismo que ni el más optimista del laboratorio político de Cambiemos podía imaginar.

Si se cumple lo pactado, María Eugenia Vidal recibiría $40.000 millones libres para disponer en obras, y, no seamos ingenuos, estructura política. Además del endeudamiento para infraestructura, otros $65.000 millones. Se espera que no ejecute este último capítulo para no engordar aún más la incipiente deuda nacional.

El peronismo discute y se muestra desconcertado. Por un lado Cristina Fernández de Kirchner, dueña del mayor caudal de votos opositores en todo el país, les anuncia que no participará de ningún “pacto” y para eso consigue adhesiones variopintas y un puñado de senadores y diputados, como así también a dirigentes sindicales como Pablo Moyano y el bancario Sergio Palazzo.

En la ancha avenida del medio ahora parece ubicarse el intendente de Merlo, Gustavo Menéndez. Sin nadie con pergaminos o buena imagen que lo salga a frenar, encuentra todo vacío para subir a su proyecto a quien quiera. Es un secreto a voces que cualquier cosa que surja de Fernando Espinoza o su entorno es un estorbo para la posibilidad de recrear credibilidad y proyección.

Menéndez consiguió arrinconar con un ancho falso a Espinoza, actual presidente partidario. Le pidió a los intendentes peronistas que asuman las conducciones del poco usado Partido Justicialista para dejarlo sin margen y consiguió el apoyo casi unánime de las dos secciones electorales más poderosas: la primera y la tercera. Léase, zona norte, oeste y sur del gran buenos aires, donde hoy residen los votos peronistas.

Alejado Sergio Massa, sin posibilidades que con su sola presencia pueda concitar adhesiones más allá de sus pocos aliados, los peronistas se ven obligados en buscar adentro quien pueda encabezar la búsqueda de la luz al final del túnel.

Pero no se creen demasiado entre ellos. Y ese es otro impedimento. De hecho se está gestando un embrionario intento de participar en el futuro inmediato de un mucho más prolijo proyecto vecinalista al que intentaron hace muy poco, no con éxito, los pintorescos intendentes de Ezeiza, Alejandro Granados, y de José C. Paz, Mario Ishii.

Para este nuevo proyecto, que lo primero que busca es una capacidad de maniobra muy propia, empezaron a juntarse tres intendentes cuyos territorios cubren una franja muy afín a Cambiemos pero que hoy los gobiernos locales no les responden: San Fernando, Tigre y Escobar.

Es que Luis Andreotti, Julio Zamora y Ariel Sujarchuk, todos conductores del peronismo en los hechos, mucho no tendrán que hacer para ir solos ya que en las últimas elecciones fue furor el manejo de tijeras que hicieron para sortear la ola amarilla.

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